Amor. Un sentimiento desordenado (El Ojo del Tiempo) by Richard David Precht

Amor. Un sentimiento desordenado (El Ojo del Tiempo) by Richard David Precht

autor:Richard David Precht [Precht, Richard David]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788498417944
editor: Siruela
publicado: 2012-01-31T06:00:00+00:00


Tus brazos estrechan lo que soy

acostarse, a tu lado

estoy acostado a tu lado. tus brazos

me estrechan. tus brazos

estrechan más de lo que soy.

tus brazos estrechan lo que soy

cuando estoy acostado a tu lado

y tus brazos me estrechan

Ernst Jandl

«Hablar o escribir sobre el amor tenía que estar reservado propiamente a amantes y poetas, a aquellos, pues, que son presas de él. Si, por el contrario, la ciencia se apodera del amor, éste con frecuencia queda reducido a poco más que impulsos, reflejos y modos de comportamiento aparentemente factibles o susceptibles de ser aprendidos, a poco más que datos biológicos, reacciones fisiológicas mensurables y psicológicas testables, todos los cuales pertenecen también al fenómeno del amor, pero con los cuales no lo captamos.»70 No habría que desoír estas palabras de advertencia del psicoanalista muniqués Fritz Riemann, aunque él mismo escribiera un libro absolutamente carente de poesía sobre el amor. Aunque la intención de este libro sea precisamente la de no reducir el amor a impulsos, reflejos y resultados mensurables de tests, en este punto ha de tomar la palabra un gran poeta y amante.

El poema citado arriba del poeta austríaco Ernst Jandl (1925- 2000) es uno de los más bellos y a la vez más sinceros poemas de amor de la modernidad. Como Sartre, Jandl fue también profesor de instituto, y también sufrió depresiones. Y en cierto modo Acostarse, a tu lado es su Trascendencia del ego. Dos verbos, acostarse y estrechar, bastan para crear una atmósfera de la mayor confidencialidad e intimidad. El estrechado, por ser estrechado por el otro, adquiere su significado: «Tus brazos estrechan lo que soy, cuando estoy acostado a tu lado y tus brazos me estrechan».

Los amantes se confieren mutuamente significado por el significado que tienen para el otro. Desde que nuestros padres nos proporcionaron el primer sentimiento instintivamente experimentado de significado, no nos liberamos de esa añoranza. El modo y manera como sentimos ese cariño de nuestros padres nos marcará toda la vida: nuestros deseos de intimidad y cobijo, confianza y estabilidad, nuestros deseos absolutamente personales de cercanía y distancia.

Entre las propiedades típicas de todos los monos (incluido el ser humano) está el hecho de que el sentimiento que nos manifiesta otro puede ocasionar el mismo o parecido sentimiento también en nosotros. Psicólogos y biólogos hablan aquí de «contagio» emocional. Las primeras experiencias amorosas que tenemos de niños se basan en un contagio de este tipo: una sonrisa que provoca una sonrisa. En un nivel superior de conciencia, que se encuentra al menos en todos los antropoides, nos esforzamos por producir conscientemente un efecto semejante de contagio: sonreímos para que nos sonrían. En un tercer nivel, finalmente, nos sentimos dentro del otro y valoramos así su estado emocional y sus propósitos. A la edad de 2 años comenzamos a distinguir con mayor exactitud a quién queremos sonreír y a quién no.

Para podernos adentrar en otras personas hemos de tener la sensación de que podemos comprender sus sentimientos. En 1992 un grupo de estudio en torno al investigador italiano del cerebro Giacomo Rizzolatti hizo un descubrimiento revolucionario al respecto.



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